“Leopoldo Lugones (1974-1938) es un escritor argentino (de Córdoba), cuyo nacimiento, el 13 de junio, es tomado como referencia para el Día del Escritor”, introdujo Américo Revelli -vocal de SADE Filial Santo Tomé- ante la consulta telefónica de Santoto Digital sobre el día en cuestión.
Según compartió el escritor santotomesino, Lugones incursionó en casi todos los géneros literarios, también fue docente y traductor. Su trabajo incesante se plasmó en numerosos escritos, artículos de prensa y en conferencias, que le merecieron el nombramiento en la Asamblea de Cooperación Intelectual de la Liga de la Naciones (1924), el Premio Nacional de literatura (1926) y, por supuesto, la presidencia de la Sociedad Argentina de Escritores, fundada por su impulso. Entre las obras destacadas del autor cordobés, Revelli enumeró: “Los crepúsculos del jardín, Las fuerzas extrañas, Lunario sentimental, entre otras”.
Por otro lado, señaló: “Debemos tener presente que Lugones, como los escritores de su época, no pudieron estar extraños a las vicisitudes políticas”.
“Una frase que identifica a Leopoldo Lugones -continuó Revelli- es: ‘No temas al otoño, si ha venido. Aunque caiga la flor, queda la rama. La rama queda para hacer el nido'”.
“Para mí ser escritor implica ser un vanguardista atento, curioso, remover la historia, poner en crisis el presente y enarbolar una bandera de futuro. Ser escritor es tratar, mediante la palabra, de llegar a todos los lugares posibles para que se pueda reflexionar, pensar, y enamorar. Hacer una descripción de la realidad, también ficcionar. En fin, ser un mensajero con la palabra y la letra”, finalizó Américo Revelli.
De Borges “A Leopoldo Lugones”
Los rumores de la plaza quedan atrás y entro en la Biblioteca. De una manera casi física siento la gravitación de los libros, el ámbito sereno de un orden, el tiempo disecado y conservado mágicamente. A izquierda y a derecha, absortos en su lúcido sueño, se perfilan los rostros momentáneos de los lectores, a la luz de las lámparas estudiosas, como en la hipálage de Milton. Recuerdo haber recordado ya esa figura, en este lugar, y después aquel otro epíteto que también define por el contorno, el árido camello del Lunario, y después aquel hexámetro de la Eneida, que maneja y supera el mismo artificio:
Ibant obscuri sola sub nocte per umbram.
Estas reflexiones me dejan en la puerta de su despacho. Entro; cambiamos unas cuantas convencionales y cordiales palabras y le doy este libro. Si no me engaño, usted no me malquería, Lugones, y le hubiera gustado que le gustara algún trabajo mío. Ello no ocurrió nunca, pero esta vez usted vuelve las páginas y lee con aprobación algún verso, acaso porque en él ha reconocido su propia voz, acaso porque la práctica deficiente le importa menos que la sana teoría.
En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle México, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho. Mi vanidad y mi nostalgia han armado una escena imposible. Así será (me digo) pero mañana yo también habré muerto y se confundirán nuestros tiempos y la cronología se perderá en un orbe de símbolos y de algún modo será justo afirmar que yo le he traído este libro y que usted lo ha aceptado.
Prosa “A Leopoldo Lugones”, de Jorge Luis Borges, Nueva antología Personal, Club Bruguera.
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